Hambruna

Ginebra revisa su brújula para orientarse, lejos quedaron los días en que los gps dominaban el destino del hombre o al menos eso es lo que Ginebra recuerda de las historias que su padre le contó sobre su vida antes del zapallo. Observa el cielo en el que el sol, apenas se vislumbra  y encogiéndose de hombros se adentra en el bosque en busca de algún posible alimento. Se sabe que debido al crecimiento masivo del gran zapallos es mucho más difícil encontrar una presa decente, pues este, absorbe todo con sus raíces.
No muy lejos, entre un grupo de árboles. puede ver lo que al principio es sólo una forma negra recortada contra lo que parece un enorme manta blanca , la examina desde cierta distancia. -Demasiado pequeño para ser una persona, a menos que..  Si,eso podría ser.- Murmura Ginebra  mirando a su alrededor. Se acerca un poco más se sienta, estudia la cosa, y espera a ver algún movimiento.
De lo que aprendió de su padre, recuerda como alguna vez le prohibió acercarse a un animal herido, pues esto lo pone nervioso y muy probable que termine atacando con más fuerza de lo habitual. Eso, Ginebra lo aprendió  a los 13 años y de la forma difícil y las cicatrices en su mano derecha se lo recuerda constantemente.
En ese entonces el zapallo aún no había llegado a su pueblo.
Se sienta a su lado, se echa hacia atrás un poco, apoyándose en las manos.
Se trata de un hombre enterrado hay algo en la manera en que tiene puestas las piernas, con una de las rodillas levantada hasta la parte inferior de la espalda, que parece indicar que tiene la espalda rota,de su garganta salen unos sonidos apagados, gruñidos diversos emitidos con esfuerzo parece un juguete estropeado que ha quedado enganchado en una repetición mecánica, incapaz de funcionar bien.
-Ah, pensé que eras otra cosa.- Dice ella en voz alta.
Observa que le falta la totalidad de la mandíbula, junto con uno de los ojos. La cara está
ennegrecida, ampollada, rasgada. En el pómulo, un trozo de piel se ha corrido hacia atrás
el espacio donde estaba el ojo es ahora una blanda viscosidad mezclada con sangre, como huevos revueltos con salsa de tomate. Ginebra mueve los dedos hacia delante y hacia atrás en frente del único ojo que le queda y el ojo gira en la cuenca tratando de seguir el movimiento pero incapaz de enfocar
Retira la mano de su rostro y se sienta, sin dejar de observar. Él consigue volver la cabeza hacia ella sin dejar de retorcerse no está del todo muerto, pero al estar atrapado por la raíz del zapallo su vida se va consumiendo lentamente.
-Deja de pelear contra vos mismo - dice ella-. Tenes la espalda rota. No vas a ir a ninguna parte. Esto no es más que el fin de tus días.- Suspira y levanta la vista está rodeada por un bosque espeso delante y por la inmensidad del zapallo a sus espaldas. -¿Cómo quedaste atrapado acá? -le pregunta- Ya sé, venias a ver el zapallo. Desde mis cuatro años vengo viendo a la gente y su curiosidad por el gran zapallo. Puede que no estés muy interesado en los milagros. Pero aun así quizá te alegraría ver uno, aunque no te lo merezcas.Todos, incluso los malos, estamos en deuda con la belleza del mundo y aunque ese zapallo viene creciendo y consumiendo todo desde que tengo memoria y no es mucha, pues apenas tengo 19 años rs un enorme milagro- Lanza un suspiro hondo y prolongado.
Entonces se va caminando hacia un grupo de árboles que hay más arriba  y busca entre las hierbas, pisando por todas partes hasta que encuentra lo que busca. Se trata de una piedra grande, más grande que una pelota de fútbol. Le cuesta media hora cavar a su alrededor con un palo para arrancarla de la tierra: a la naturaleza no le gusta que le anden cambiando las cosas de sitio.
Regresa con paciencia y levantando la piedra por encima de la cabeza de él y la deja caer contra su cara, produciendo un fuerte y húmedo crujido. Los brazos se le siguen moviendo, pero ella sabe que eso ocurre a veces durante un rato.
-Al menos sirvió para distraerme del hambre.- dice ella acariciando su vientre contraído que se hace oír con borborigmos típicos de un estómago hambriento.
Ginebra observa el cielo y entiende que si no se mueve pronto todo sera completamente naranja a su rededor.
El sol la despabila la mañana siguiente. mira a sus espaldas y puede ver como el zapallo está ubicado a unos 100 metros de ella.
-Uh… Me dormí más de un día .- murmura y vuelve una vez más al camino tomando distancia suficiente como para que el zapallo no la alcance al menos por otras 48 hs.
Ginebra no sabe cuánto más va a caminar o si algún día va a llegar a algún lado, solo sabe que mientras pueda evitará que se la trague aquel zapallo.

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