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Mostrando entradas de 2016

Rendición

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Se tiró al piso agotada de tanto correr. Sobre ella el cielo se extendía infinito y gris. No faltaban aquellos pájaros carroñeros dando vueltas, esperando a que se rinda. Lo cierto es que ya no sentía deseos de seguir luchando. Todo lo que amaba, todo lo que le quedaba había sucumbido ante los hombres. Hombres sin alma, deseosos de satisfacer su ego, sus necesidades, sin importar el daño que causaban con su paso. Claro que hubiese preferido que fuera algo más, algo como aquellos seres con los ojos vacíos que caminaban muertos y sin rumbo. Al menos ellos no eran conscientes de sus actos, pues su única motivación era aquel instinto, el más primitivo de todos: buscar algo con qué alimentarse. Mientras presionaba aquella herida sangrante en su vientre pensaba en dos cosas: continuar sin importar el dolor de sus heridas, algo que ya conocía o quedarse en aquel lugar esperando que la muerte se la lleve. Teniendo en cuenta lo difícil que se había vuelto vivir o confiar, la segunda

Hambruna

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Ginebra revisa su brújula para orientarse, lejos quedaron los días en que los gps dominaban el destino del hombre o al menos eso es lo que Ginebra recuerda de las historias que su padre le contó sobre su vida antes del zapallo. Observa el cielo en el que el sol, apenas se vislumbra  y encogiéndose de hombros se adentra en el bosque en busca de algún posible alimento. Se sabe que debido al crecimiento masivo del gran zapallos es mucho más difícil encontrar una presa decente, pues este, absorbe todo con sus raíces. No muy lejos, entre un grupo de árboles. puede ver lo que al principio es sólo una forma negra recortada contra lo que parece un enorme manta blanca , la examina desde cierta distancia. -Demasiado pequeño para ser una persona, a menos que..  Si,eso podría ser.- Murmura Ginebra  mirando a su alrededor. Se acerca un poco más se sienta, estudia la cosa, y espera a ver algún movimiento. De lo que aprendió de su padre, recuerda como alguna vez le prohibió acercarse a un animal

Sin promesas.

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Tardaron un par de días en retomar la comunicación habitual, la seducción virtual. Algo había pasado. Sabían haber cruzado una barrera prohibida, saltado del puente sin la seguridad del bungee. No habían esperado lo que encontraron en el fondo del acantilado. Volvieron a hablar, de a poco; se lo dijeron, tímidamente. Luego lo analizaron en frío como quien disecciona un cadáver. Noches después, volvió la fiebre. Én la calentura del toma y daca virtual, él propuso un nuevo encuentro. Misma esquina, mismo hotel. Repetir para aminorar la excitación. Esta vez, más relajados (sabían a qué se enfrentaban) no esperaron a llegar a la habitación. En la cochera del hotel, en el auto, ella manoteó su sexo y le bajó la bragueta. Su boca no se hizo esperar. Tampoco los dedos de él en su entrepierna. Ella se atragantó a propósito. Él hurgó en su vagina, rápidamente húmeda, sus dedos se deslizaron como si nada. Ella siguió atrapando su verga con esa boca que él había extrañado. La incom

Una próxima vez.

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Ella no sabe cómo empezó todo, solo sabe que una fuerza desconocida la arrastró hasta aquel lugar, espera impaciente bajo el techo de la parada del colectivo porque casualmente la lluvia empezó a caer, lleva puesto un jean, una remera negra con el logo de Rolling stones, su campera favorita y sandalia en los pies que dejan ver sus uñas cuidadosamente arregladas para ese momento que sin entender bien porqué, espera. Levanta la vista como buscando a alguien y entonces escucha sonar el celular. “Estoy en frente en el auto blanco.” dice el mensaje.  Ella puede percibir cómo el flujo de su sangre pulsa en cada terminación nerviosa de su cuerpo por la tensión, respira profundo, y siente el estómago revuelto por los nervios. Apenas levanta la vista puede ver cruzando la calle aquel auto estacionado donde la espera él. -Hola.- Dice él con voz suave y una sonrisa nerviosa. Habían estado esperando ese momento y sus labios se unen ansiosos, aún no saben si tocarse parecen no creer que son