Bitácora zombie...
Mi nombre es Ariel Camila Guevara,
tengo 23 años, mi nombre tiene un porque, mamá durante su embarazo veía la
película de Disney, la sirenita. Le pareció un nombre más que interesante en
caso de que fuese mujer, porque claro ella, pretendía gestar un varón.
Mi mamá, la extraño. Pasaron 75
días desde la última vez que pude comunicarme con ella. Fue una tarde muy fría
de julio, salí de mi trabajo y la llame mientras me dirigía a tomar el subte, me
contó que había visto en las noticias que no muy lejos de donde estaba yo. Un
hombre ataco a otro y lo mato a mordidas, recuerdo bien que sentí un súbito
escalofrío y al instante sonreí “Un Apocalipsis zombie, como de los que Pablo,
habla tanto.” “No te preocupes mamá, acá esta todo bien, pero si aparecen
zombies les pego un fierrazo y te voy a rescatar, besos. Te amo.” Corte el
teléfono y seguí esperando la llegada del tren, me encontraba en pleno regreso
cuando al fondo del vagón se oyó claramente el grito desesperado de una mujer,
que corriendo cayo muy cerca de mi.
-¿Hay algún medico en el vagón?
-Si! Bueno, no. Soy estudiante pero
veamos que se puede hacer, vocifero un muchacho de no más de 24 años, lo recuerdo
bien, porque era rubiecito, alto y tenia cara de intelectual, le tomo el pulso
pero no percibió nada, intento auscultar los latidos pero eran cada vez mas
lánguidos, opto por darle rcp pero no tuvo éxito.
-¿Que le pasa? Se escucho el
murmullo, entonces el muchacho mirándome fijo y muy calmado dijo.
-Falleció. Semejante noticia dejo
pasmados a todos los presentes, claro una muerte en directo no se ve todo los
días aun que fue peor la situación que aconteció inmediatamente la mujer que
yacía supuestamente muerta, salto sobre el potencial medico arrancándole de una
mordida la garganta, la yugular quedo expuesta y los borbotones de sangre
salpicaban por doquier. Solo atine a golpear con mi paraguas a la mujer e
intentar cubrir la herida del muchacho. Los gritos y el descontrol en el vagón,
parecían no finalizar, Gabriel, un compañero de trabajo del que no me había
percatado, me asistió encerrando a la mujer, justo en ese espacio entre un
vagón y el otro, la sangre seguía brotando y de pronto el silencio.
-No se mueve. Susurre. Gabriel se
acerco, lo miro detenidamente.
-Tampoco respira… Mejor aleja… no
termino de vocear Gabriel y el cadáver tomo vida súbitamente, como la mujer,
intento mordernos. El hecho de que la luz se cortara y el tren se detuviese no
hacia que el tumulto de humanos al rededor se calmara. Pero en una de esas maniobras
de las que jamás te creerías capaz, Gabriel y yo, la empujamos por la ventana.
-Por favor mantengan la calman.
Vocifero el aterrado maquinista, tenemos que encontrar la forma de salir y
evitar la entrada de más de esas cosas…
Cientos de gritos desgarradores se
oyeron en el túnel de los que intentaron salir. Gabriel y yo encontramos la
forma de salir, evitando a los que habíamos decidido llamar zombies…
-Esto es the walking Dead, Negra.
-Tengo que llegar con mi mamá, estará
asustada…
-Y yo, con mi mujer. Las redes están caídas, no hay señal en el
celular.
Ambos intentábamos comunicarnos a
casa, pero no teníamos suerte alguna, logramos llegar a la estación Congreso de
Tucumán, Junto al anden varios de esos monstruos se comían apresuradamente a su
victima, que aun estaba viva, vi sus ojos seguir nuestros pasos.
-Shhhh, no hagamos ruido o van a
venir por nosotros. Murmuro Gabriel.
No pude quitar la mirada de tan
horrible espectáculo, y así llegamos a la superficie… Desde entonces pasaron 75
días ahora todo es mucho mas caótico, las fuerzas armadas fueron devastadas, la
gente solo intenta sobrevivir, y esos seres pululan sin rumbo por la calle. Por
nuestra parte, Gabriel y yo logramos acoplarnos a un grupo de sobrevivientes, integrado
por Juan Chén, hijo del dueño de un supermercado chino,
Marlene Acevedo una fanática del anime vestida como acostumbran en esa tribu
urbana, los otaku, todavía no entiendo nada de eso.
Javier Di menico, un ingeniero en informática a quien según el,
nadie espera en casa.
Santiago Rivas, policía de la metropolitana, con Gaby, lo
llamamos Rick.
Maricel y Florencia Gonzáles, hermanas sobrevivientes de la
masacre del hospital Fernández.
Ramón y su mujer, dos encantadores ancianos… No parece existir
chance de una cura, si encontras este cuaderno, sabrás que estuve acá. Sobreviviendo, igual que seguramente vos lo intentas,
todavía espero poder llegar mi mamá, Gaby a su señora así como el resto a sus
seres queridos… Te deseo la mejor de las
suertes y no te dejes morder…
Ariel…
Muy bueno y sobretodo muy descriptivo. Me gusta tu blog!
ResponderEliminarGracias, Juli- <3
ResponderEliminar¡Qué tarde pero que justo te descubrí! Muy genial éste relato. Dinámico, casi vertiginoso!
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