Las heridas de tu presencia.
Todavía me quedan las heridas de tu presencia. A veces duelen, otras pican y otras arden. Tienen las formas de tus manos rodeando mis caderas, la de tu boca recorriendo mi columna, las de tus ojos mirándome entre la gente de forma cómplice. A veces sangran y es difícil detener la hemorragia, porque brota por todos lados a borbotones como flores rojas en primavera. A veces solamente están ahí, rosadas y brillantes, recordándome que alguna vez estuviste en mi. Aun no sé como hacer para que no se note tu presencia en mi cuando te cruzo en lugares comunes, no quiero que nuestros amigos vean tus ojos de color miel buscando mi mirada que intenta ocultar que ya no te tiene. Y a la mañana cuando me despierto y miro al techo tocándome las caderas me doy cuenta de que sos lo primero en lo que pienso y lo último antes de dormir. Todavía me quedan las heridas de tu presencia, pero espero que algún día solo sean cicatrices o indiferencia.